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Agustina Iglesias Skulj

[CAST] Agustina Iglesias Skulj, investigadora postdoctoral del ECRIM,ha realizado recientemente diversas entrevistas en medios de comunicación argentinos, fundamentalmente como consecuencia de la reciente publicación de su último libro (La trata de mujeres con fines de explotación sexual). En particular, algunas de estas entrevistas están relacionadas con la presentación del libro el 18 de octubre en la Universidad Nacional del Litoral de Santa Fe (Argentina), en el marco del Programa de Género de dicha universidad.

En primer lugar, Agustina Iglesias realizó una entrevista radiofónica en la emisora LT10 de Santa Fe (podcast).

En segundo lugar, la investigadora del ECRIM fue entrevistada en el programa “En el medio de la ley” del Canal Encuentro de la TV pública argentina, en concreto en el documental dedicado a la “Trata de personas“, emitido en octubre de 2013.

Por último, Agustina Iglesias ha sido entrevistada en el Diario UNO de Santa Fe. A continuación se reproduce la entrevista publicada en este diario.

La doctora Agustina Iglesias Skulj estuvo en Santa Fe para presentar su último libro “La trata de mujeres con fines de explotación sexual”, en el marco de unas jornadas organizadas por el Programa de Género de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Dialogó con Diario UNO sobre esa problemática y sobre la necesidad de diferenciarla del trabajo sexual. Además, se refirió a cómo ha influido ese debate en la normativa actual y qué inconvenientes ha desencadenado.

La investigadora cuestionó también el postulado abolicionista –que está en contra del trabajo sexual por considerarlo explotación– y señaló que también reproduce estereotipos y limita los derechos de las mujeres. “La Argentina, desde 1875, tenía reglamentos donde se regulaban los lugares donde se ejercía la prostitución. Eso sigue una tendencia mundial, no es inédito ni innovador, sino que establece un régimen de protección del espacio público y de la salud pública. En ese momento se separaba la trata, que implica el sometimiento de la persona contra su voluntad, y el trabajo sexual”, explicó.

Y siguió: “Pero luego se llega a una postura abolicionista que lo que hace es decir que la sexualidad de la mujer, en todos los casos, es un campo de dominio del hombre y, por lo tanto, no se puede consentir la prostitución porque en sí misma esa actividad es denigrante y es explotación sexual. De todas maneras la actividad de la mujer en la prostitución no está penalizada pero sí lo está toda la actividad de los terceros que la explotan. Lamentablemente lo que sucede es que aun cuando la actividad de la mujer no está penalizada, el abolicionismo conduce a prácticas represivas de las mujeres. Quienes trabajan en la calle sufren diferentes tipos de violencias por la clandestinidad y por la situación de ilegalidad, porque no está prohibida pero tampoco se ha dotado de derechos a esas personas y eso las hace más vulnerables ya que no van a denunciar los abusos. Se hace una división entre la buena mujer y la puta y parece que la puta no tiene la posibilidad de reivindicar ciertos derechos porque se está prostituyendo. Entonces si habilita esa puerta ya puede comprar el paquete entero que también implica la violencia. En ese sentido, es bastante peligroso”.

—¿Por qué es necesario diferenciar el trabajo sexual si está claro cuando hay o no explotación?
—Es que una cuestión que podría llegar a ser sólo una discusión ideológica entre feminismos ha modificado el Código Penal y tenemos una definición de trata que jueces y fiscales son bastante reacios a poder aplicar porque es un tipo penal que rompe con el paradigma garantista. Se quita de la definición del delito de trata el tipo de conductas que romperían con el consentimiento. La trata es un proceso con acciones como reclutar, ofrecer, captar y transportar con violencia, con engaño o violencia y con la finalidad de explotar. Pero como está redactado ahora el Código Penal, tras la reforma de diciembre de 2012, no hay lugar al consentimiento, no hace falta demostrar que existió violencia porque en realidad nunca se pueden consentir esas situaciones sino que siempre estamos frente a casos de explotación. Por eso sí es importante y ha influido esa postura que identifica los dos temas y que tiene efectos no menores en la lucha contra la trata.

Las políticas de protección

La investigadora relató que su trabajo surge cuando estaba en España trabajando en su tesis doctoral sobre la teórica protección que se quería hacer de los Derechos Humanos de las personas migrantes a través del derecho penal y las contradicciones que se generaban en ese intento. “Llegué al tema de la trata y empecé a descubrir ciertos defectos de la implementación de las políticas que si bien partían de una protección de los derechos humanos de las mujeres, con un discurso contra la violencia hacia la mujer, lo cierto es que los efectos de la implementación de esas políticas conducían a situaciones de mayor vulnerabilidad de las mujeres, de una aplicación de poder punitivo mayor que generaba situaciones de vulnerabilidad mucho más fuerte que en cualquier otra condición. Por eso, la premisa de mi trabajo fue detectar los efectos que tiene la implementación de políticas cuando parten de determinados postulados ideológicos del feminismo”, dijo.

—¿Qué descubrió?
—Descubrí que la identificación que se hace entre el trabajo sexual y la trata de personas, decir que las dos cosas son lo mismo, conduce a que las políticas que se piensan sean insuficientes y que produzcan mayores niveles de indefensión para las mujeres a las que se intenta rescatar. A medida que los estudios fueron avanzando también se pudo ver que la explotación laboral es mayor que la explotación sexual. Además ha cambiado el panorama, antes había una situación de trata interna, entre provincias, y ahora el panorama empieza a cambiar y se detecta una mayor cantidad de víctimas que son migrantes.

La buena y la puta

“El surgimiento de la trata siempre estuvo vinculado a la prostitución, porque la trata aparece cuando la prostitución se vuelve transnacional. Cuando empieza a haber un movimiento de mujeres, fines del siglo XIX y principios del XX, que algunas venían a dedicarse al trabajo sexual se debió llegar a un consenso internacional pero fue muy difícil llegar a una definición única de trata”, relató.

Y agregó: “Porque se necesitaba alcanzar una que permitiera la subsistencia de los regímenes de prostitución que tuviera cada Estado. Pero ese consenso se logró a partir de dejar indefinido qué es el consentimiento y qué es la explotación. Entonces ahí hay mucha dificultad al momento de poder saber de qué estamos hablando y después hacer algo”.

—Por eso se termina no creyendo en lo que dicen las víctimas como en la causa de Marita Verón o en la de trata de Santa Fe hace un mes…
—Claro. En realidad el paradigma abolicionista reproduce la lógica patriarcal de la división entre la buena mujer y la puta. En la Argentina, en materia de sexualidad, la ley viene antes de los hechos. Tenemos una sociedad muchísimo más conservadora que la ley de identidad de género o que la ley de matrimonio igualitario y un Poder Judicial muchísimo más conservador. Entonces, en el caso de Marita Verón, se termina con la absolución de las y los imputados porque, como referís, el testimonio de las víctimas fue invalidado porque se trataba de trabajadoras sexuales, no fueron testimonios válidos por dedicarse a lo que se dedican. Hay una cultura judicial patriarcal que es retrógrada respecto a los logros del movimiento feminista en la Argentina. Por eso es complicado.

Darles voz
Consultada sobre cuál es su postura sobre las iniciativas que buscan penalizar a los clientes pero no a las mujeres en situación de prostitución, Iglesias Skulj indicó: “Implican que no se quiere el trabajo sexual. ¿Sino las chicas a quién le van a vender? ¿Cómo es un paradigma de una venta que es legal y una compra que es ilegal? Eso quiere decir que no hay mercado. Si yo castigo la compra y no la venta, en realidad estoy castigando todo. Hay que tener cuidado con eso”.

Por su parte, Ammar impulsa una proyecto que apunta a regular el trabajo sexual a partir de la eliminación de la figura del trabajo autónomo o en cooperativas, pero sin proxenetas. En ese sentido, la especialista resaltó que existen diferentes miradas pero que lo central es siempre dar la palabra, en los debates, a las personas que ejercen la prostitución. “Hay otros sectores de trabajadoras sexuales que no tendrían ningún tipo de dificultad respecto a la figura del proxenetismo. También hay chicas que prefieren o no tienen inconveniente en contratar su fuerza de trabajo a una persona que les mantiene el lugar, se los alquila o que les cede. Lo que estamos hablando, en realidad, es una cuestión de límites de derechos. Pero como en cualquier otra actividad”, ejemplificó.

—¿Cómo se marcan los límites entre la persona que quiere trabajar para otra y la que está siendo explotada por otra?
—En el mercado laboral normal hay estatutos de trabajadores autónomos y en relación de dependencia. Y no nos hemos arrancado los pelos. Evidentemente tiene determinadas particulares y, en ese sentido, son sólo ellas, ellos y las personas trans las que tienen que establecer los lineamientos de cómo quieren trabajar. Evidentemente sólo el colectivo puede determinar el estatuto o las formas que puede adoptar. Así Ammar nacional quiere trabajo autónomo, sin proxenetas; pero hay otro grupo que quiere laburar para otros. Son dos modelos laborales que se regulan de manera distinta. Pero lo importante es que hablen ellas porque nunca se les da voz en este debate.